Antología mundial de poesía por la vida: Yo Vengo a Ofrecer Mi Poema
Yo vengo a ofrecer mi poema es una antología de resistencia bajo la selección & curaduría de Fredy Yezzed, Stefhany Rojas Wagner y Eduardo Bechara Navratilova.
Esta apuesta editorial convoca a más de trescientos poetas venidos de diferentes latitudes, para desnudar la vertebra de una época arrastrada por la violencia, la pobreza, la desigualdad y la injsuticia social, pero también para dar cuenta de hombres y mujeres llenos de dignidad y esperanza.
Esta antología sirve tanto a propósitos académicos, de reflexión sobre nuestra época, como a fines de disfrute estético.
“Yo vengo a ofrecer mi poema”: poesía para la unión de América Latina por Andrés Osorio Guillott
Hay voces ya reconocidas y otras nuevas, hay espacios para los poetas indígenas, para los poetas colombianos, chilenos, argentinos, haitianos, cubanos, estadounidenses y africanos. Es un libro pensado de todos y para todos. Su nombre, inspirado en la canción Yo vengo a ofrecer mi corazón, de Fito Páez, muestra el lugar desde el que se pensó, la sencillez, con una intencionalidad que busca reivindicar la dignidad de la humanidad tras varias décadas en las que parece que los principios que conducen a pensar en que la vida es sagrada se fueron extraviando en los eslabones del tiempo y en los afanes que tergiversaron aquello que es fundamental y terminó volcando y situando primero el interés individual antes que el cuidado colectivo.
Son las voces de 147 poetas de varias partes del mundo, como Álvaro Miranda, Alexis Forero, Antonieta Villamil, Fredy Chicangana, Fernando Urbina, Rómulo Bustos, Stella Higuera, Pablo Montoya, Luz Mary Giraldo, John Galán Casanova, Eduardo Bechara, Fredy Yezzed, Stephany Rojas, Juan Felipe Robledo, Santiago Espinosa, Liz Candelo y Ashanti Dinah Orozco (Colombia); Alejandra Pérez (México), Lubi Prates (Brasil); Raúl Zurita, Elvira Hernández y Carmen Berenguer (Chile); Yolanda Pantin (Venezuela), Susana Cabuchi, Daniel Quintero y Carlos Aprea (Argentina); Ana Gandini (Uruguay), Jean Jacques Pierre-Paul (Haití), Margaret Randall (Estados Unidos), Gabriel Mwènè Okoundji (Congo), entre otras.
“Algo que hace la poesía es mostrarnos que existen otros mundos donde existe el maltrato y no existen condiciones plenas y dignas para la vida de las personas. Al mostrar el testimonio y que se puede crear una ruptura, se puede formar una nueva forma de conciencia y de sociedad”, dijo Stephany Rojas.
Los tres antologadores concuerdan en que era difícil crear este libro, pues a priori se podría creer que los poemas escritos o enviados en medio de las protestas sociales, de la indignación por la violencia policial que dejó a decenas de estudiantes sin ojos en Chile, o de casos como el de Dilan Cruz en Colombia, serían netamente panfletarios, aumentando así la llama de la violencia y el odio que muchas veces consumen las manifestaciones. No obstante, los versos incluidos en el libro no hacen un llamado a la rebeldía, o por lo menos una rebeldía entendida como un acto alzado en armas, sino a un despertar que recuerde a los desaparecidos, asesinados, líderes sociales, pueblos originarios y poblaciones afros, y que en honor o en memoria a ellos se piense, pese a la lejanía de estas tristemente llamadas utopías y no realidades, que con los versos que se leyeron mientras las aturdidoras estallaban a un par de cuadras, o mientras las clases dirigentes ignoraban el grito que venía de años atrás, ahora incluidos en esta obra, se puede crear un nuevo sentimiento de unión y dignidad por la vida sin importar las banderas enarboladas.
En palabras de Fredy Yezzed, “toda marcha pública arranca con un fervor colectivo. Asistimos todos a esa manifestación, pero toda manifestación llama a otras voces, las avisa, las despierta, las llama para que firmen y aporten a la movilización. La poeta norteamericana Carolyn Forché define muy bien la poesía testimonial, que tiene que ver con la vivencia, con una experiencia, mientras que lo político te vende, te mete por la boca una forma de pensar. Y creemos que todo lo que hay aquí es poesía testimonial al dar una versión de una época. Y el mensaje del libro es que tenemos que descubrir al otro. Es una antología de inclusión, de diálogo fraternal. Nos han educado frente al odio y este libro deja sentado un inconformismo desde la palabra”.
No son versos que hablan de la protesta, son versos que hablan sobre la vida, que llegaron eso sí en un contexto de manifestaciones sociales, pero que no necesariamente se quedan en ellas, sino que trascienden a la preocupación subterránea en todos aquellos que salieron colectivamente a exigir a sus gobiernos, y que no es otra diferente al respeto y cuidado de la vida. Y para que así se entienda, un fragmento del poema “Siete abismos sueltos y un hombre caminando (llámame extranjero)”, del autor haitiano Jean Jacques Pierre-Paul: “Todos los días me borro accidentalmente / y me reemplazo por una utopía nueva / la vida consistiría en caminar / pisar un abismo y seguir caminando. / Quiero ser el epicentro de todos los amores posibles, / quiero que todos los horizontes / pasen por la línea de mi vida / caminar y amar, he aquí la meta suprema. / Todos los días me despierto / con la misma necesidad de amar”.